Estos medios apuestan al periodismo de pago como antídoto contra las 'fake news'
Hace falta tecnología, un modelo de negocio claro e invertir en las redacciones para producir contenidos de calidad que convenzan a los usuarios de que merece la pena pagar por ellos.
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El 4 de diciembre de 2016, Edgar Maddison Welch entraba en la pizzería Comet Ping Pong de Washington para reivindicar los 15 minutos de gloria a los que, según Andy Warhol, todos tenemos derecho en la vida. Lamentablemente, Maddison llegó disparando al restaurante, dispuesto a desmantelar lo que consideraba el epicentro de una presunta red de pedofilia ligada a Hillary Clinton, entonces candidata a la presidencia de Estados Unidos y competidora de Donald Trump.
La extraña fuerza que impulsaba a Maddison era una cadena de noticias falsas que le hicieron creer que formaba parte de una fuerza armada cargada de buenas intenciones. Todo este embrollo grotesco recibió el nombre de Pizzagate.
Mark Thompson, CEO de The New York Times, utilizó este retorcido caso para defender el periodismo de pago frente a las fake news. En una conferencia, celebrada en el Detroit Economic Club, aseguraba que "los ciudadanos preocupados por las noticias falsas deben predicar con el ejemplo y han de invertir en aquello que consideran confiable. La audiencia que compensa es aquella que exige tener acceso cada día a información real y de calidad para formar su juicio acerca de lo que ocurre en el mundo. El periodismo real es decisivo para la democracia. Y hay que pagar por él".
En realidad, la idea de pagar por leer el periódico o la revista que nos interesa no debería ser algo tan difícil de aceptar. The Atlantic hacía recientemente una oda a la suscripción, recordando que es fácil acostumbrarse a que una compañía de suministro para mascotas nos envíe dos paquetes de comida para el perro o el gato cada seis semanas, que Adobe nos permita usar Photoshop durante un mes más, o que Netflix y Apple Music nos otorguen acceso a películas y música. Hasta podemos pagar una cuota para tener nuestra dosis personalizada y necesaria de papel higiénico: algunos suscriptores de Amazon Prime reciben cada pocos meses en su casa, como parte del acuerdo, una caja de este producto imprescindible, que incluye un 5% de ahorro.
No cabe duda de que para Thompson -y para la compañía editora de The New York Times- el pago por los contenidos se ha convertido en un objetivo determinante. Al cierre del primer trimestre de este año, más de 3,5 millones de personas estaban suscritas a la edición online del Times, un 29% más que en 2018.
El otro diario global -The Wall Street Journal- aumentó un 19% su base de lectores de pago durante los tres primeros meses de 2019, hasta los 1,8 millones. El negocio digital representa ya el 31% de los ingresos de News Corp. en su segmento de noticias.
Y no se puede olvidar que Financial Times consiguió el pasado mes de abril un récord en el número de lectores y un máximo histórico, cumpliendo su objetivo estratégico de llegar al millón de suscriptores digitales, que ya representan tres cuartas partes de sus lectores totales.
También The Washington Post ha triplicado las suscripciones digitales, apostando, como en el caso de Thompson, por el pago por los contenidos digitales que tengan calidad. Y otro que ha ganado dinero con sus actividades en Internet es el británico The Guardian, que en el pasado ejercicio tuvo un beneficio operativo de 800.000 libras, frente a los 57 millones de pérdidas de 2017.
Los diarios más grandes ya son ejemplos de éxito en lo que se refiere al pago por contenido y suscriptores digitales. Pero hay otros ejemplos que consolidan esta tendencia:
El digital gana al impreso
El Boston Globe alcanzó un hito a principios de este año, cuando consiguió que el número de suscriptores digitales superara al de su versión impresa. Salvando los casos globales de The New York Times, The Washington Post y The Wall Street Journal, el Boston Globe es el único diario regional tradicional en Estados Unidos que lo ha conseguido. Según los datos de Alliance for Audited Media, el número de suscriptores impresos en los días laborables se redujo de 108.719 a 98.978 (un descenso del 11% anual), mientras que las suscripciones digitales pasaron de 107.902 a 112.241 a partir del 31 de marzo de este año.
The Economist ha decidido convertirse en una publicación subscriber first que sirva ante todo a sus lectores de pago. Tradicionalmente, los productos de esta revista se diseñaban para atraer ingresos procedentes de los anunciantes y la difusión, pero ahora que los ingresos por circulación superan a los que proceden de la publicidad, su estrategia ha cambiado. Según la compañía editora, al tener en cuenta todos los negocios, suscripciones y circulación, éstos representan el 58% de sus ingresos, mientras que la publicidad supone un 18%. Los ingresos por difusión y suscripción crecen un 21% cada año.
El gancho de los '60 minutos previos'
El grupo sueco MittMedia, dueño de varias cabeceras nacionales y regionales, mantiene todo el contenido publicado en abierto durante la primera hora para lograr el máximo alcance antes de que los lectores lleguen al muro de pago. Los artículos están marcados como provläs till (lectura de prueba). En MittMedia consideran que la apertura de todo el contenido durante los primeros 60 minutos ha dado lugar a un aumento en la tasa de conversión de suscriptores del 20%.
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